El Lleve en le Pandemiun

Este proyecto es realizado con la técnica de xilografía en alto relieve y pintura digital. En este grabado abordé el tema de la corrupción en medio de la pandemia sanitaria actual, el papel que juega el político desde la sociedad ecuatoriana, la unión familiar, la desnudez del cuerpo, las minorías, los tabúes sexuales y el dinero. Así mismo, intento dialogar conectando imágenes con sentimientos profundos, como la vulnerabilidad, el cariño, el amor y el miedo. La idea de este producto artístico, en tiempos de pandemia, es poner en evidencia la batalla entre opuestos frente a un mundo que no para su habitual dinámica y los temas que como sociedad callamos, pretendo abordar todo esto, con algo de jocosidad y verdad.



Con “El lleve en Le Pandemiun” encontramos a la cabeza humana como protagonista, las imágenes que danzan a su alrededor es parte de su mundo externo e interno. Una mente que está envuelta por “le pandemiun”, aborda la saturación de las noticias y las problemáticas humanas referentes a la pandemia actual. Una mascarilla, que se abre para hablar del político como símbolo de corrupción, e inmediatamente lo relacionas con “el lleve” del dinero en medio de la actual situación sanitaria y económica que atraviesa el país, pues no importa sí es dólar o sucre, si hay pandemia o no, papel moneda al final del día siempre será papel moneda. Es una cabeza, pero también es hogar, que mira hacia la seguridad familiar y la vulnerabilidad que habita en la desnudez humana, sobre la cabeza hogar bailan símbolos que le recuerdan la fuerza de la paz como arma y como alas hacia la libertad.



El conjunto de diablos son imágenes que desde pequeños nos enseñaron a temer, los símbolos puntudos nos causan inconscientemente temor y ansiedad, sin embargo, sus rostros son apacibles y de colas agraciadas y juguetonas, es un juego entre opuestos. Juegan con un billete de mil sucres como vestigio mudo de nuestro pasado, pues lo que antes valía mil ahora vale cero. Mujer, mujer transexual y hombre diablo, dentro del mundo ficticio que encierra este grabado, es natural y normal la diversidad sexual que nos rodea, están desnudos y sus rostros son de inocencia, no hay extrañeza en su sexualidad y no hay mancha de vergüenza en sus genitales. Intento jugar con el tabú sexual de la sociedad guayaquileña y con el tabú sexual que tenga el espectador, y es entonces cuando los símbolos dejan de ser míos para ser nuestros. Así también, me muestro yo desnudo, un hombre en una posición vulnerable, quiero demostrar que la sensibilidad va más allá del género sexual con el que nacemos, va mucho más allá de las normas sociales con las que crecemos, también hablo de la riqueza y la naturalidad del desnudo, que con líneas y direcciones simulo un volumen, esperando que el espectador haga el resto.



Nos rodea la cultura del miedo y la respuesta inmediata que hemos buscado como sociedad al miedo es la corrupción, en todos los niveles, allí entra en juego la imagen del político en la sociedad ecuatoriana y guayaquileña, una imagen que no alumbra en la oscuridad, que promueve más indignación que solución, un humano que olvidó el significado de servir al prójimo, olvidó hace mucho tiempo el bien común, se terminó transformando en un cuerpo desnudo con coraza de traje y maletín, está en la boca de todos, pero a la vez transita largamente en la nada. Aún así, si dejara el maletín de lado, si dejara su fijación insana hacia el papel moneda, seria consciente de que aún lo acompaña la vela y la visión, para ser luz en medio de la oscuridad.



El miedo, después de la mascarilla, está dispuesto a asustar, pero es el que menos miedo da, de brazos cortos y de piernas cortas, solo fue el pretexto imperfecto para hacernos consciente de la profunda falta de amor social y hacia donde debemos comenzar a sanar. El lápiz es la voz muda que no solo denuncia, sino también, crea utopías y pretende sembrar un mensaje camaleónico que cambia, enriquece y se moldea constantemente en la mente de cada espectador por el que transita esta obra.

En conclusión:

“El lleve en le pandemiun” es más que una denuncia social, pretende dar notoriedad a temas y sentimientos superficiales y profundos, es un grito de indignación, pero a su vez grita una suerte de solución, es romance idealizado, pero también es realidad y es algo serio, pero también es broma. “El lleve en le pandemiun” es una batalla entre opuestos.